Bahía Espejo

Presentación

A veces, el viaje más largo es hacia uno mismo. Este relato breve surge de esa idea: un destino imaginario, Bahía Espejo, donde el paisaje funciona como reflejo simbólico de lo que evitamos mirar. Escribí este texto pensando en ese momento preciso en que uno deja de huir y se detiene a observar lo que hay dentro. Como si el camino —real o inventado— nos llevara finalmente a ese lugar donde todo cobra sentido: el darse cuenta. 




Después de dos horas de manejo, divisó el cartel:

«A 500 metros, salida».

Tomó la curva y entró a Bahía Espejo por calles anchas, de un pavimento arenoso. Las casas bajas, despintadas, con techos de chapa oxidados, parecían hablar del paso del tiempo sin que nadie les respondiera.

El viejo cine del pueblo conservaba intacta su marquesina. Aún se leía el título de una antigua película llamada “El espejo nunca miente”

Era un día inestable.

Al doblar la esquina, una mujer le gritaba a su amiga, haciendo catarsis en capicúa.

Las cruzó con la mirada desde el auto, pero siguió de largo sin reparar en ellas.

La calle se volvía cada vez más arenosa. El auto empezaba a tener dificultad para avanzar. Hasta que un nuevo cartel lo obligó a frenar. Levantó la vista y leyó: «Recreo Darse Cuenta».

Apagó el motor y bajó del auto. El cierre de la puerta sonó seco. El silencio y la desolación llenaban el espacio.

Pasó por un pequeño puesto de señaladores, cerrado. A través del vidrio, alcanzó a leer una frase impresa sobre un papel gastado:
«Lo que te molesta es una parte tuya que no quieres ver».

Se detuvo un instante. 

Sus pensamientos se tornaron un eco silencioso.

Caminó hasta la orilla, se arrodilló y tocó el agua.
Abstraído, bajó la mirada.

Y se quedó ahí, inmóvil, absorto en la imagen que el espejo le mostraba.

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